Aquella tarde del mes de Octubre del 2009 llovía a mares, lo que en principio parecía la típica lluvia otoñal tan habitual en Alicante, pasó a convertirse en una lluvia torrencial y finalmente en la ya clásica “gota fría.
Álvaro apenas llevaba unos meses en Alicante, el amor le trajo subido en su Volvo 244 granate del año 1982 junto con su cariñosa perrita” bretona”. Estábamos en el parque paseando a los perros, refugiados debajo de un árbol que apenas soportaba el aguacero que se nos venía encima, me pareció muy curioso que incluso los perros estaban inmóviles junto a nosotros, como barruntando la situación en la que más de uno se encontró después.
La cosas empezó a ponerse fea y como si por la mente de todos pasaran los mismos pensamientos a la vez procedimos a una rápida despedida y cada uno salió corriendo como pudo, pisando barro y charcos, con la ropa empapada de tal manera que nuestros movimientos eran torpes y pesados, huyendo en dirección a los coches para intentar llegar a casa sanos y salvos; la cosa se estaba poniendo fea, muy fea.
Todos pudimos llegar con bastante dificultad a nuestros hogares pero Álvaro se quedó en el coche pensando aún en su Vigo y creyendo que aquello era un orvallo galaico supuso que en el coche estaría seguro hasta que parase de llover.
Su vetusto Volvo estaba aparcado en una vaguada justo delante de un puente empinado, de manera que el agua empezó a formar un charco que más tarde se convirtió en una laguna y esa laguna inundó el coche , la imagen tuvo que ser dantesca, la perra haciendo largos en el asiento de atrás y él sentado en el asiento del conductor con el agua hasta la cintura incapaz de poder salir y con la única esperanza que apareciera Jaime con su todo terreno para sacarlo de allí después de hacerle una llamada en plan S.O.S.
El rescate fue fructífero y aquella noche Álvaro y su perra durmieron en caliente aún con el susto metido en el cuerpo pero aquel volvo nunca llegó a funcionar, lo único que hacía era sacar barro por el tubo de escape.
Ese día fue el comienzo de una vida distinta para Álvaro no le quedó más remedio que desplazarse en bicicleta a todas partes y poco a poco empezó a convertirse en algo que le empezaba a gustar, hoy en día es su pasión.
7S7 salió a rodar con él durante varios días y la verdad, fue muy divertido.
Texto y fotos de Juan Carlos Puig
La cosas empezó a ponerse fea y como si por la mente de todos pasaran los mismos pensamientos a la vez procedimos a una rápida despedida y cada uno salió corriendo como pudo, pisando barro y charcos, con la ropa empapada de tal manera que nuestros movimientos eran torpes y pesados, huyendo en dirección a los coches para intentar llegar a casa sanos y salvos; la cosa se estaba poniendo fea, muy fea.
Todos pudimos llegar con bastante dificultad a nuestros hogares pero Álvaro se quedó en el coche pensando aún en su Vigo y creyendo que aquello era un orvallo galaico supuso que en el coche estaría seguro hasta que parase de llover.
Su vetusto Volvo estaba aparcado en una vaguada justo delante de un puente empinado, de manera que el agua empezó a formar un charco que más tarde se convirtió en una laguna y esa laguna inundó el coche , la imagen tuvo que ser dantesca, la perra haciendo largos en el asiento de atrás y él sentado en el asiento del conductor con el agua hasta la cintura incapaz de poder salir y con la única esperanza que apareciera Jaime con su todo terreno para sacarlo de allí después de hacerle una llamada en plan S.O.S.
El rescate fue fructífero y aquella noche Álvaro y su perra durmieron en caliente aún con el susto metido en el cuerpo pero aquel volvo nunca llegó a funcionar, lo único que hacía era sacar barro por el tubo de escape.
Ese día fue el comienzo de una vida distinta para Álvaro no le quedó más remedio que desplazarse en bicicleta a todas partes y poco a poco empezó a convertirse en algo que le empezaba a gustar, hoy en día es su pasión.
7S7 salió a rodar con él durante varios días y la verdad, fue muy divertido.
Texto y fotos de Juan Carlos Puig