Quedaba alrededor de una hora, para que la banda ilicitana Summer Riders pisaran las tablas de la sala multiusos de La Llotja, un espacio municipal que en la temporada invernal alberga grandes conciertos en la ciudad de Elche.
Aceptando la invitación que meses antes ya nos habían hecho, no quisimos perdernos la experiencia de vivir con ellos, en el back stage, los momentos previos al bolo que llevan esperando y preparando desde hace meses. Queríamos saber de primera mano que se "cuece" en el camerino de una banda veterana y emblemática, que cuenta con un nutrido grupo de incondicionales que admiran su trabajo y dedicación en el mundo de la música.
Aceptando la invitación que meses antes ya nos habían hecho, no quisimos perdernos la experiencia de vivir con ellos, en el back stage, los momentos previos al bolo que llevan esperando y preparando desde hace meses. Queríamos saber de primera mano que se "cuece" en el camerino de una banda veterana y emblemática, que cuenta con un nutrido grupo de incondicionales que admiran su trabajo y dedicación en el mundo de la música.
La primera impresión al entrar al camerino, es la de aquella escena del camarote de la emblemática película de los hermanos Marx, donde el caos reinaba en una escena que no parecía tener fin.
Pero nada más lejos de la realidad, un "caos controlado" soportaba el aforo de esos 9 m2 de camerino. La banda al completo, junto con los colaboradores que saldrían a escena en el transcurso del concierto, dos fotógrafos subidos en las sillas buscando ángulos imposibles y queriendo pasar desapercibidos, formábamos parte de la "fauna" que esa noche ocupaba un espacio imposible.
Juanvi, el bajista del grupo, parecía ser el más preocupado por su aspecto frente al espejo, duda entre salir al escenario con la chaqueta o con su flamante camisa oscura. Miguel Ángel, frontman de la banda, descorcha una botella de vino para quizás aclarar algo su voz, mas preocupado por el catarro que arrastra desde hace una semana que por saborear ese elixir espirituoso.
Pero nada más lejos de la realidad, un "caos controlado" soportaba el aforo de esos 9 m2 de camerino. La banda al completo, junto con los colaboradores que saldrían a escena en el transcurso del concierto, dos fotógrafos subidos en las sillas buscando ángulos imposibles y queriendo pasar desapercibidos, formábamos parte de la "fauna" que esa noche ocupaba un espacio imposible.
Juanvi, el bajista del grupo, parecía ser el más preocupado por su aspecto frente al espejo, duda entre salir al escenario con la chaqueta o con su flamante camisa oscura. Miguel Ángel, frontman de la banda, descorcha una botella de vino para quizás aclarar algo su voz, mas preocupado por el catarro que arrastra desde hace una semana que por saborear ese elixir espirituoso.
Emma tendrá que encargarse de los coros y la pandereta. Abre la puerta de acceso directo a la plaza. Observa la afluencia del público a falta de algo más de tres cuartos de hora para empezar el bolo. Se dispone a maquillar esa belleza exterior que desborda desde su interior.
Raúl Escribano, vocalista de Sra. Robinson, junto con Elías Martínez ,de El Perro Asirio, eran los invitados por la banda al concierto, nos contaba, mientras agarraba su guitarra para hacer sonar los primeros acordes de temas propios y otros ajenos. Lo variopinto del mundo del músico, cuando se encuentra en esas salas rodando por el mundo situaciones y momentos tan surrealistas que ya firmaría el mismísimo Luis Buñuel.
Luis Sánchez, tras ofrecernos la cerveza más fría del lugar, no tardó en unirse a Raúl en esos primeros acordes que sonaban en el camerino. También lo hicieron Miguel Ángel , Juanvi y Emma.
Adolfo y Chema, guitarra y batería respectivamente de Summer Riders, entraron al camerino sumándose a la fiesta que ya reinaba en ese cubículo por momentos sagrado, donde sonaban los acordes de Fiserman´s Blues de Waterboys junto con otras de canciones de Quique González y Los Rodríguez.
Adolfo y Chema, guitarra y batería respectivamente de Summer Riders, entraron al camerino sumándose a la fiesta que ya reinaba en ese cubículo por momentos sagrado, donde sonaban los acordes de Fiserman´s Blues de Waterboys junto con otras de canciones de Quique González y Los Rodríguez.
Paz, buen rollo y vibraciones positivas para dar lo mejor de sí mismos y realizar una de las acciones más bellas que puede ofrecer el ser humano, alimentar el alma de los que están en la sala para llenarse de su música y letras. Recoger esas vitaminas que les hace la vida más llevadera y les permita sentir y soñar.
Alguien abrió la puerta con contundencia rompiendo ese momento mágico que se había creado. "¡Chicos, en cinco minutos al escenario!".
Abrazos, conjuros y alegría. Cuatro escalones y una cortina. Salen al escenario felices. Son músicos de verdad.
Abrazos, conjuros y alegría. Cuatro escalones y una cortina. Salen al escenario felices. Son músicos de verdad.
Loles Ureña y Juan Carlos Puig-7 Music Magazine.